Le puse a todos mis sueños su nombre cuando tenía seis,
y ahora que le sumo dos décadas a ese número,
mi mente lo arrastra una vez más a mi almohada.
Esta loca y jodida manera de evocarlo me va seguir hasta que muera.
Excéntrica y jodida,
arrepentida de no haberlo conocido de verdad,
para que por fin se me saliera del pecho.
Sus ojos van a ser mi referente
de lo significa la palabra "verde" siempre.
Que hermoso es amar su idea,
recurrente sueño con nombre,
que viene y va junto con mi infancia perdida.
Contésteme porque tanto vacío ante tanta sangre derramada,
porque tanta distancia innecesaria,
como si alguna vez nos hubiéramos acercado,
tanto nos desconocemos y tan poco interés muestra en querer cambiarlo,
que ahora lo sueño respondiendo,
preguntas que no le he hecho,
pero que mi corazón resiente.